domingo, 10 de abril de 2016

Gente tóxica de Bernardo Stamateas

Nacido en el barrio argentino de Floresta, Bernardo Stamateas es un reputado psicólogo de ascendencia griega. Estudió Psicología en la Universidad Kennedy y también es sexólogo clínico. Compagina su profesión con la de Pastor de la Iglesia Bautista Ministerio Presencia de Dios, en el barrio de Caballito, Argentina. Destacado escritor y conferencista a nivel nacional e internacional, sus libros son hoy leídos por todos los sectores de la sociedad, convirtiendo varios de ellos en Best Sellers. Su nombre es referencia obligada a la hora de hablar de liderazgo y superación personal. Ha impartido conferencias en distintos lugares del mundo como miembro de la Sociedad Argentina de Sexualidad Humana. Uno de sus trabajos más conocidos es el libro a tratar, Gente tóxica, donde Stamateas nos ayuda a esquivar a ese tipo de personas que nos causan tristeza o nos encolarizan cada vez que hablamos con ellas o las tenemos en nuestro entorno.
Gente tóxica

Sinopsis
En nuestra vida cotidiana no podemos evitar encontrarnos con personas problemáticas. Jefes autoritarios y descalificadores, vecinos quejosos, compañeros de trabajo o estudio envidiosos, parientes que siempre nos echan la culpa de todo, hombres y mujeres arrogantes, irascibles o mentirosos… Todas estas personas «tóxicas» nos producen malestar, pero algunas pueden arruinarnos la vida, destruir nuestros sueños o alejarnos de nuestras metas. ¿Cómo reconocer a la gente «tóxica»? ¿Cómo protegernos y ponerles límites? Bernardo Stamateas responde a estas preguntas con claridad y convicción. Sus consejos nos ayudarán a hacer nuestras relaciones personales más saludables y positivas. En definitiva, nos ayudarán a ser mucho más felices.

Resumen
Stamateas comienza su libro dándonos a entender que "la culpa es uno de los sentimientos más negativos que puede tener el ser humano y, al mismo tiempo, una de las maneras más utilizadas para manipular a los otros". Las personas que desean hacerse oir utilizan a menudo la pena o el sentimiento de culpa ajena para ser el centro de atención. La culpa siempre está presente en nosotros desde el momento en que un obstáculo bloquea nuestro sueño y afirmamos que no tenemos capacidad para llevarlo a cabo. Quienes viven con culpa establecen dentro de sí pensamientos rígidos, normas inflexibles y principios imposibles de alcanzar cuyo objetivo final es boicotear el éxito, obligándose así a vivir en medio de un fracaso y una autocompasión continua. Un ejemplo de ello es cuando un amigo te echa en cara que no le llamas. Aunque él sabe que él también te puede llamar, prefiere hacerte sentir culpable de tu dejadez y así ser tú el que le vaya detrás. Simplemente hay que recordar que la culpa no es tuya y que si él quisiese verte sería él quien te llamase. Este tipo de personas desea ser tu centro de atención y por eso no actuarán jamás por su cuenta y preferirán hacerte sentir culpable y por ello triste. Esta gente se aprovecha de tu bondad para sonsacarte tiempo, dinero o cualquier otra cosa que tú aprecies. Se sienten "especiales" y poderosos si les prestas atención y les haces caso. Intentan mediante tu sentimiento de culpa que hagas lo que ellos esperan que hagas, que dejes de ser tú mismo, mejor que ellos, para que te rebajes a su nivel y así sentirse ellos por encima tuyo. Eso es lo único que les importa y lo que buscan, que todos sean tan desgraciados como lo son ellos. Aborrecen la felicidad ajena.
Al final de este primer capítulo Stamateas sentencia que la felicidad y el éxito, la desdicha y el fracaso serán el resultado sólo de tus propias decisiones. Si te aferras a tu propósito lograrás hacer lo que nunca hiciste, y entonces todo fracaso o error será transformado en entendimiento y progreso. Para ello debes, si está a tu alcance, reparar tu equivocación y así obtendrás la tan ansiada paz interior. Mientras no actuas, tu fracaso se acentúa, al igual que tu lucha interna.
Sigue Stamateas en busca del éxito y nos recomienda que cada vez que elijamos quién nos va a acompañar en un proyecto, pensemos si esa persona sumará valor y nos permitirá ser la mejor versión de nosotros mismos. Por decirlo de otra manera, el tonto se rodea de gente más tonta que él mientras que el listo se rodea de gente más lista que él. Si quieres tener éxito debes aprender de aquellos que saben más que tú. Si sólo quieres aumentar tu ego entonces sí debes rodearte de estúpidos. Así, jamás serás envidiado. La envidia nace de la sensación o de la creencia de que nunca voy a tener lo que el otro posee. Ese "nunca" es contra lo que Stamateas lucha y también tú debes luchar. Cuando tu estima y tu yo estén seguros de sus capacidades y habilidades, cuando hayas determinado que nada te moverá del objetivo a seguir, nunca nadie más te despertará «envidia». Soñar, proyectarse y ser cada día un poco mejor son los ingredientes de una estima sana que sabe que las limitaciones sólo están en la mente, que nadie le robó a nadie nada de lo que le pertenece, que la felicidad depende de lo que ella misma es capaz de poseer, que su valía no está en función ni de la aprobación ni de la mirada ajena, que su recompensa está esperando ser recogida y que el éxito que le aguarda tiene su nombre. El éxito del otro debe inspirarte, llevarte a que analices cómo lo hizo, cómo lo alcanzó. No debes envidiar al exitoso, sino que debes imitarle. Los envidiosos, la gente tóxica, solo te desean el fracaso. Quizás es la única forma posible que tienen los descalificadores de sentirse, por algunos instantes, importantes. Su forma de pensar es «yo crezco y tengo poder si soy capaz de destruir tu estima y controlarte». Sin embargo, esa necesidad ilimitada de demostrar poder sólo es el resultado de una estima baja, herida, que encuentra valor a sí misma hiriendo y lastimando a otro. Y Stamateas nos advierte: aquello que pienses acerca de ti mismo será aquello en lo que te convertirás.
Otra categoría de gente tóxica es la gente violenta. La persona violenta siempre te hará sentir que eres parte de la guerra que él ha comenzado, y, por sobre todas las cosas, hará lo posible para llevarte a su campo de batalla.
Stamateas nos habla también de nuestra manera de comunicarnos con el otro. Nuestro tono de voz es un disparador de emociones y, como tal, de respuestas. Poner un freno a la violencia verbal mejora y sana nuestra estima, nos habilita a elegir correctamente y a estar en paz con nosotros mismos. El violento verbal sólo podrá cambiar su actitud si él mismo decide hacerlo, por lo cual es importante que tú, que ya te diste cuenta de que la situación está en el límite, puedas ser libre de esa violencia y de todo vínculo interpersonal que te resta y no suma nada a tu vida. El violento verbal, al no encontrar un receptor que le retribuya con su misma moneda, quedará desequilibrado, y con esa actitud lo llevarás a pensar y a que pueda darse cuenta de que no entras en su juego, con lo cual estará obligado a encontrar otra forma de comunicarse contigo. Y esa forma de comunicarse contigo será utilizando amables palabras y un tono suave y cercano. El grito lleva al grito, el llanto al llanto, pero también el júbilo lleva al júbilo y la sensatez a la cordura. Gritar al violento es retarle a gritar más fuerte que tú. Hablarle con palabras cariñosas y tonos suaves es calmarlo. La seguridad nace de saber que sea cual fuere la circunstancia a la que nos enfrentemos, seremos capaces de resolverla.
Stamateas, como muchos otros psicólogos nos define también al psicópata para que nos apartemos de él. Los rasgos del psicópata según Stamateas son:
-Muy cuidadosos con su apariencia.
-Desean poder y dinero por encima de todo.
-No aman a nadie.
-Son interesados. Sólo hablan contigo si pueden sacar un beneficio para sí mismos.
-Se ofenden por todo.
-Desean controlarlo todo.
-Hablan mal de todo el mundo.
-Se esconden detrás de la espiritualidad, buscan refugio en la Iglesia.
-Son locuaces y convincentes.
-Tienen un egocentrismo exagerado. Nadie es mejor que ellos.
-Son resentidos y amargados.
-Son intocables y nadie puede decirles o sugerirles cómo actuar.
-El psicópata es un experto en el arte de usar máscaras, manipular, mentir y engañar sin escrúpulos.
Y si agregamos a estas conductas el hecho de que el psicópata considera al otro como simple objeto, entenderemos por qué se le hace tan sencillo maltratar, lastimar y abusar de los demás, sintiéndose con pleno derecho a hacerlo con impunidad. En resumen el psicópata es:
-Sumamente egocéntrico.
-Orgulloso: posee una autoestima muy elevada.
-Manipulador.
-Mentiroso.
-Cruel.
-Agresivo.
-Caprichoso.
-Antisocial.
-Muy impulsivo.
-Ilógico y sin capacidad de autocontrol.
-Irresponsable.
-Carente de empatía.
-Incapaz de sentir pena o arrepentimiento.
-Calmo aún en situaciones extremas.
-Indiferente a las consecuencias.
-Incapaz de detectar el sufrimiento humano. Alguien que considera que el otro es simplemente un objeto.
-Muy observador.
-Desvergonzado.
-Capaz de adaptarse y cambiar de forma rápidamente.
-Por lo general, muy elocuente y convincente.
-Atractivo.
-Muy superficial.
-Frío.
-Incapaz de mantener lazos con ninguna persona salvo por interés.
Para sacarnos a un psicópata de encima, debemos actuar con indiferencia. No le debemos seguir el juego ni cabrearlo.
Stamateas nos recuerda que nosotros no vemos las cosas tal y como son; las vemos tal y como somos nosotros. Opinamos según nuestra educación, religión o estatus. Aceptarnos a nosotros mismos, con nuestras virtudes y nuestros defectos, nos posicionará como personas habilidosas. Y es esta misma aceptación la que nos capacitará para ser personas eficaces, dispuestas a mejorar continuamente. Y felices.
Otro punto interesante que toca Stamateas en su libro es el rumor. El rumor, nos dice, es una información difundida sin verificación oficial, es decir, una explicación no confirmada de los acontecimientos. Cuando uno habla de aquello cuya fuente original no ha confirmado, se transforma, no en un comunicador, sino en un cómplice del chisme. Como nos hace ver Stamateas, el rumor comienza cuando alguien da crédito a una información y la considera lo bastante importante como para compartirla con otras personas. Los chismosos son personas que no toleran el silencio, por eso es importante para ellos hablar de algo (y qué mejor, piensa, que hablar de otros). El chisme también es una forma de liberar agresividad reprimida. Frente a los chismes primero debemos creer únicamente lo que dice la fuente original, buscar errores de la información y omitir los datos absurdos, evitar las reuniones de chismosos y alentar al chismoso a que hable con el calumniado. Si te detienes a dar explicaciones o a tratar de entender los rumores, te vas a desenfocar, perderás tu realidad y te involucrarás en la ficción del cotilla.
Otra fuente tóxica es el autoritarismo. Este autoritarismo suele darse generalmente en el trabajo y lo suelen ejercer aquellos que tienen subordinados. Justamente el autoritarismo consiste en el abuso de esa autoridad; es el poder que traspasa los límites naturales que debieran existir en toda relación laboral. Estos jefes autoritarios no tardan en darse cuenta que imponer su manera de pensar a sus subordinados o exigirles mucho les crea más problemas, aunque su ego no les deja reconocer su error ni reparar su agravio. Un ejemplo claro de ello es la relación que mantuvo Hitler con sus hombres más cercanos. Éstos temían la ira de Hitler al darle malas noticias y sólo en el último momento Hitler supo que estaba perdiendo la guerra. Si no hubiese existido ese temor, sus generales y ministros habrían hablado con franqueza y actuado de manera distinta, y posiblemente ahora Alemania sería dueña de medio mundo.
Stamateas no profundiza mucho en el autoritarismo laboral, aunque si les interesa el tema yo les recomiendo el libro de Daniel Goleman, Inteligencia emocional, un libro que deberían leer y aplicar todos aquellos que tienen empleados a sus órdenes.
Otro capítulo afronta la neurosis. También el tóxico es una persona neurótica. Neurótico es aquel que tiene la necesidad de ser amado y aceptado, procura siempre llamar la atención, tiene la necesidad de reconocimiento, intenta agradar a todo el mundo esperando que le traten a él como él trata al resto, se propone metas irreales, ansia el liderazgo, no necesita consejos de otros, es independiente y perfeccionista. El neurótico es una persona conflictiva, agresiva, culpógena, inhibida, inteligente, extremista, egoísta e infantil. Pero, sobre todas las cosas, el neurótico es un excelente jugador.
La raíz de la neurosis se encuentra en la infancia del sujeto, en experiencias que no han sido resueltas y que lo llevan a desarrollar una serie de conflictos que marcarán una forma de actuar, de sentir y de ser. Sin embargo el neurótico se va al otro extremo: vive angustiado, y frente al temor a sufrir el rechazo, vivirá jugando y cumpliendo roles que lo asfixiarán dentro de su propia enfermedad.
Los neuróticos son personas que hoy están bien y mañana están mal, que cambian de humor permanentemente, de manera tal que cuando tú te contagies de su mal humor, ellos se pondrán bien, estarán mejor y serán capaces de preguntarte: «¿Por qué tienes esa cara?, ¿qué te pasa?». Por esto mismo hay que alejarse de las personas neuróticas, nos harán caer en la desesperación para ser ellas las que resurjan de sus cenizas.
Stamateas analiza también a los acosadores y manipuladores. Según Stamateas, el acoso es utilizado como un bombardeo psicológico que produce el exterminio emocional de la otra persona. Esto sucede durante un tiempo prolongado mientras el manipulador degrada y maltrata a su víctima sistemáticamente a fin de anularla como persona. Un ejemplo claro de esto es lo que solemos llamar "maltrato psicológico". Aún hoy día muchas mujeres y también hombres sufren este acoso emocional, pero fue en la época de nuestros padres cuando este maltrato llegó a su cenit. La mujer no trabajaba y se debía a su marido para no quedarse en la calle con sus hijos, por no hablar de ser el centro de atención de chismosos. El manipulador se aprovechaba de ser él quien sustentase a la familia para humillar a su esposa, anularla como persona y convertirla así en una esclava. El acosado o manipulado, suele sentirse confundido interiormente, con inmensos sentimientos de culpa y vergüenza y cree ser realmente como el otro lo define. El problema es que cuanto mayores sentimientos de culpa y vergüenza sienta, mayor será el poder que el manipulador tendrá sobre su vida. Lentamente el acosador le aislará de sus seres queridos, de quienes le pueden ayudar y se unirá a otros para armar sus propios bandos en contra de su víctima. Generalmente este tipo de toxicidad se suele dar en parejas, y el acosador suele ser el que lleva más dinero a casa. Y hoy día esa persona puede ser tanto el hombre como la mujer. Para superarlo no debemos creernos lo que el maltratador nos dice y sí aumentar nuestra autoestima.
Otro tóxico que nos encontramos en nuestra vida es el hombre/mujer orgulloso/a. Según Stamateas, el orgulloso es aquel que tiene un exceso de confianza en sí mismo, en lo que dice, en lo que hace, en las decisiones que toma; para él todo lo que hace es perfecto, él es perfecto, él es Dios y él hace todo bien, y nada ni nadie pueden contradecirlo. Una persona sana siempre debe dejar un margen de duda para analizar lo que ha hecho. El orgulloso no. El orgulloso es arrogante, pedante, y siempre querrá estar por encima del otro, demostrando su "sabiduría", aprovechándose de la ignorancia de su interlocutor. El orgulloso sólo hablará con otra persona de temas que el otro desconozca porque así causa la admiración del otro. Es Dios, no lo olvidemos, y el resto de la humanidad simples mortales.
Stamateas también trata una de las personas tóxicas más dañinas y cansinas de la sociedad: el quejica. Existen personas que lo primero que hacen es quejarse. La queja es un lamento, una demanda, un reproche, una desazón, un disgusto, un reclamo permanente que lo único que logra es alejarte de la mejor gente. El Doctor Don Colbert, uno de los mejores médicos de Estados Unidos dijo: «Lo que experimentes emocionalmente se convertirá en una sensación física». Es decir, si te quejas a menudo de un simple dolor de cabeza, al final tendrás migraña. El tiempo que perdemos quejándonos podríamos aprovecharlo buscando soluciones y sacándole provecho a la situación por la que estamos pasando. Pero no, el quejica no sólo no busca una solución sino que espera que el quejido en sí mismo sea la solución.
Stamateas nos insta a evitar a las personas que presenten cualquier síntoma antes mencionado y para ello nos da un consejo en mi opinión muy útil. Decir "no". El «no» es necesario y debemos aprender a decirlo con paz; podemos y está permitido decir «no». Decir «no» muchas veces es sinónimo de salud. Sin odios, ni broncas, ni en malos tonos, pero decir «no». Decir "no" puede ser beneficioso para nosotros, para nuestro bienestar y nuestra paz interior. Ser fiel a uno mismo y a nuestras palabras nos convertirá en personas creíbles y confiables, tanto si hemos dicho «sí» como si hemos dicho «no». Decir "no" puede crearnos enemistades, pero si esa enemistad es de una persona tóxica debemos alegrarnos de sacarnos de encima un problema, de echar de nuestro cuerpo la negatividad. Decir "no" en ocasiones puede ser muy positivo. Es más agradable estar aliado de aquel que nos da soluciones o aporta ideas que de aquellos que generan problemas. Digamos "no" al manipulador, al tonto, al envidioso, al orgulloso, al autoritario, al psicópata, al neurótico, al chismoso, al tóxico en general. Digamos no a todos aquellos que nos afligen, nos incomodan, nos entristecen, nos enfadan. Nuestro cuerpo y nuestra alma nos lo agradecerán. Y recordar que si una negativa conlleva un reproche entonces estamos haciendo bien en negar. Las personas que nos quieren lo entenderán, las personas que sólo se quieren a sí mismas no.
Acabo con una frase del libro: <<todas las comodidades de la vida (las que se ven y se tocan) fueron antes una idea invisible, hasta que alguien decidió hacer algo concreto al respecto>>. E. Zelinsky.
Nadie nace enseñado, todo es posible y lo primero es nuestra salud y nuestra felicidad.

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